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Hay un miedo que no se ve, pero siempre está. No es el que te hace gritar, sino el que te susurra por dentro. El que te acompaña desde niño y, con voz baja, te dice: “No puedes. No lo intentes. No es tu sitio”. Miedo forma parte de la serie Vilipendios, y es precisamente eso: una manifestación de ese terror íntimo y persistente. No tiene forma clara, porque el miedo nunca la tiene. Es una criatura informe, flotante, de bordes difusos y tentáculos finos que se agarran a cualquier rincón del pensamiento.
Quise representarlo como ese monstruo interno que vive en el corazón y se alimenta del ruido. Utilicé rojo y negro porque desde la Edad Media se han asociado con lo demoníaco, con lo prohibido, con lo putrefacto. Me atraía la simbología que arrastran estos colores rojo y negro desde hace siglos. El rojo, símbolo de sangre, pasión, violencia y vida, está en el corazón de este monstruo. Representa ese miedo que late y duele, que arde dentro del pecho. El negro, por su parte, lo envuelve en oscuridad, lo hace opaco, invisible a veces, como si habitara en la sombra de nuestros pensamientos. La mancha resultante tiene algo animal, con su joroba, su ojo plateado a punto de estallar y un cuerpo que se mezcla entre lo sólido y lo líquido, lo real y lo imaginado. Su boca parece escupir suciedad, como si contaminara todo lo que toca.
La técnica fue una mezcla de gestos automáticos y controlados: charcos de acuarela líquida en rojo y negro, presionados con la técnica de decalcomanía, y después soplados con un tubito para generar esos pelos, como si la figura se descompusiera en una nube de terror peludo. Esa joroba, ese ojo plateado que parece estallar y escupir desde dentro… no hubo diseño previo. Fue la mancha la que decidió.
Recuerdo que mientras trabajaba en esta pieza, una tarde de invierno en la academia, estaba completamente absorto y con la cabeza llena de ruido. Alguien me tocó el hombro por detrás y me dijo: “Te estabas encogiendo sobre el papel, ¿Estas bien?”. Era una compañera que me observaba desde hacía rato sin decir nada. Me reí, pero cuando lo pensé después, entendí que sí… había algo de verdad en eso. Estaba tratando de dibujar al miedo desde dentro, no desde fuera. De colarme en él y ver con sus ojos.
Miedo no es una obra amable. Pero es honesta. Si alguna vez has sentido ese nudo invisible en el estómago, probablemente ya la conozcas.
Y si esa figura también habita en ti, puedes escribirme a evangb@me.com para conocer más o hacerla tuya.
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